Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



miércoles, 22 de febrero de 2012

Escritores sin lengua



Decía Luis Cernuda (un expatriado de marca mayor, que pasó la mitad de su vida en Inglaterra, dando clases en inglés a la vez que escribía sus mejores versos en español) que no pertenecemos a un país sino a un idioma. Que, si en este desquiciado mundo algo nos da personalidad y nos permite vincularnos afectivamente a los demás no es la Geografía sino el Lenguaje. En fin, que es el lenguaje el que nos da un lugar en el mundo. Y esto valdría, claro, para la cantidad de exiliados que, como él, acabaron odiando el país en que nacieron mientras aún amaban la lengua en la que dijeron sus primeras palabras. Pero ¿y los escritores sin patria? ¿los escritores sin lengua? ¿Aquellos a los que la Historia les arrebató el Lenguaje?
La historia de la literatura universal abunda en ejemplos. Quizá el más famoso sea el del extraordinario escritor ruso Vladimir Nabokov, un noble de San Petesburgo que hasta los 40 años escribió en ruso pero que, forzado por el exilio, abanonó ese idioma para escribir lo mejor de su obra en inglés y en EEUU (no hay duda de que Lolita es la mejor "novela de carretera" americana, ¡y su autor era ruso!). En su caso, además, había algo de ironía porque Nabokov (un extraordinario profesor de literatura en la norteamericana Universidad de Cornell) acabó triunfando, en plena Guerra Fría, con la lengua del enemigo. Casos similares al suyo son el del judío rumano Paul Celan, que escribió sus mejores libros en alemán, y hoy, de hecho, es considerado como el mejor lírico alemán después de Rilke, o el del filósofo, rumano también, Emil Cioran , que prefirió el francés, lengua en la que escribió sus mejores obras, como Ese maldito Yo. Distinto es el caso de Samuel Beckett, irlandés de pura cepa que, casi por capricho, escribió en francés sus mejores obras teatrales (señaladamente Esperando a Godott) para después traducirlas él mismo al inglés. Y a la inversa, el del generalmente infravalorado escritor francés Boris Vian, que escribió en inglés, bajo el seudónimo de Vernon Sullivan, algunas de sus más impactantes novelas como Escupiré sobre vuestra tumba o Con las mujeres no hay manera, para luego traducirlas al francés ya bajo su propio nombre. Un juego desquiciante, como sus propios libros.
No obstante, los casos más singulares de este fenómeno que comentamos son los de aquellos que pertenecieron a varias patrias, geográficas y linguísticas, por avatares de la Historia, y gracias a ello acabaron teniendo una visión de mundo mucho más rica que cualquier otro literato de su tiempo. Notorio es el ejemplo de Elías Canetti, escritor y Premio Nobel, que jamás llegó a conocer más patria que el idioma alemán (en el que escribió su obra maestra Auto de Fe), pues sus padres, de orígen sefardí, lo trajeron al mundo en una ciudad del viejo Imperio Otomano que fue invadida por Rusia y al final acabó perteneciendo a Bulgaria. Con todo, el caso más señalado sería el del gran escritor británico de novelas de aventuras Joseph Conrad, que nació como Jozef Korzeniowski en la Polonia de 1857. Era un niño cuando su país fue invadido y ocupado por Rusia, posteriormente transformado en zona de la Unión Soviética y actualmente Ucrania. Ante este lío no es de extrañar que el joven Jozef acabara nacionalizándose británico y escribiendo en inglés sus magníficas novelas, tan inolvidables como El corazón de las tinieblas, El agente Secreto o Lord Jim. Cuando, ya en su vejez, un patriótico periodista le preguntó: "Señor Conrad, pero usted ¿qué es? ¿polaco? ¿ruso? ¿ucraniano? ¿soviético? ¿británico? ¿o qué?" Él respondió con calma "o qué".

lunes, 6 de febrero de 2012

Ecuación literaria nº2, allegro ma non troppo



Bienvenidos de nuevo a este boscoso Mundo Sumergido donde sólo habitan los más inteligentes o intrépidos investigadores de la blogsfera arjeica. Después de una primera ecuación, a modo de calentamiento, y donde se impuso David con limpieza, empecemos a darle un poco de calor al concurso con un pequeño viaje cultural entre la música, la geografía, el arte, la literatura o la filosofía. Suerte a todos y, como siempre: que gane el mejor.


Hoy buscamos a un compositor y director de orquesta nacido en el país cuya capital protagonizó la anterior entrega de El Mundo Sumergido. Este engmático músico nació el mismo año en que fue elegido el primer presidente anti-esclavista de los EEUU y muere justo cuando un arriesgado noruego y sus 24 perros alcanzan por vez primera el Polo Sur. La ciudad en la que murió, y cuya orquesta filarmónica dirigió con gran éxito, está situada a orillas del más hermoso río europeo (en la imagen), el segundo más largo del continente y protagonista del vals más célebre de Johan Strauss. En esta ciudad también nació el padre del psicoanálisis y el extraordinario pintor que imaginó el más bello beso de la historia del arte. Como muchos otros grandes compositores, nuestro hombre sólo llegó a componer 9 sinfonías, la más famosa de las cuales sirve de banda sonora a una mítica película de Luchino Visconti, estrenada en 1971, e inspirada en una novela corta del fenomenal novelista alemán que fue premio nobel de literatura en 1929. Y por si aún no lo tenéis muy claro, la magnífica tercera sinfonía de nuestro enigmático personaje, incluye textos de otro gran autor alemán, que filosofaba a martillazos, y se creía el anticristo. Ahora ya sí está claro ¿no?