Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



jueves, 11 de abril de 2013

DESCUBRIMIENTOS CIENTÍFICOS ACCIDENTALES: SERENDIPIA


 Al estudiar en un instituto alguna materia científica, más de una vez se hace referencia al método científico y a las etapas de las que consta: observación de un fenómeno de interés, formulación de hipótesis, experimentación, extracción de conclusiones y comunicación de resultados. Esto nos lleva a pensar, equivocadamente, que todos los grandes descubrimientos científicos han pasado por dichas etapas. Pues bien, aunque todo buen científico sigue y ha seguido estos pasos, el papel del azar, de lo accidental, ha sido y es determinante en muchos descubrimientos científicos. Es decir, han llegado a nosotros como resultado de la serendipia: “la facultad de hacer descubrimientos afortunados e inesperados por accidente” (Diccionario Collins, traducción del inglés). La palabra serendipia deriva de la inglesa “serendipity”, utilizada por primera vez por Horace Walpole (político, escritor e innovador arquitecto británico), quien en 1754 en una carta a un amigo le decía que había quedado muy impresionado por el cuento tradicional persa “Los tres príncipes de Serendip”, donde los protagonistas estaban siempre haciendo descubrimientos, por accidente y sagacidad, de cosas que no se habían planteado. Serendip es un antiguo nombre de Sri Lanka. Walpole usó el término para sus propios descubrimientos accidentales.
Es importante decir que no debemos equivocarnos: estos descubrimientos significativos a los que nos referimos con el término serendipia no son fruto sólo de la mera casualidad. Aunque el azar juega su papel, el conocimiento en profundidad y extensión de una materia son prerrequisitos indispensables, porque:
“No todo el que mira, ve. Como no todo el que oye, escucha. Por eso no todo el que busca, encuentra”
En algunas clases del instituto es posible que nos hayan mencionado algunos de estos descubrimientos accidentales. Por ejemplo:
• En el siglo III a. C., Arquímedes descubrió su famoso Principio al introducirse en una bañera y observar que desalojaba una masa de agua igual al volumen sumergido de su cuerpo. Dice la leyenda que salió desnudo corriendo a la calle gritando “¡eureka!”, es decir, “¡lo encontré!”. Buscaba demostrar que una corona dorada hecha para su rey por un orfebre deshonesto no era totalmente de oro.
• En 1819, Oersted realizaba un experimento para sus estudiantes con el fin de explicarles en qué consistía el paso de una corriente eléctrica por un conductor. Observó que una brújula colocada accidentalmente cerca de dicha corriente se movía, situándose perpendicularmente al conductor. Acababa de descubrir que una corriente eléctrica producía un campo magnético. Este descubrimiento fue crucial en el desarrollo de la ciencia, ya que fue la primera evidencia de la relación existente entre la electricidad y el magnetismo.
Kekulé y la estructura del benceno
Kekulé llevaba muchos años intentando encontrar la estructura de la molécula de benceno, componente básico de toda una familia de compuestos orgánicos denominados hidrocarburos aromáticos. Cuenta en sus memorias que, en 1865, tuvo un sueño en el que “los átomos se agitaban y chocaban entre ellos formando una cadena. Luego, varios átomos se unieron formando una serpiente que se mordía su propia cola y giraba velozmente”. Se despertó y lo tuvo claro: la molécula que buscaba tenía que ser un compuesto cíclico (un anillo) de seis átomos de carbono.
• En 1895, Roentgen “jugaba” con los rayos que se emiten cuando los electrones golpean un metal. Al colocar varios objetos enfrente de la radiación, vio los huesos de su mano proyectados sobre la pared. Acababa de descubrir una radiación invisible muy penetrante a la que se llamó rayos X. En 1901 fue galardonado con el Premio Nobel de Física por su descubrimiento.
• En 1896, Becquerel descubrió accidentalmente, mientras investigaba sobre la relación de la fosforescencia de unas sales de uranio con los rayos X, que el uranio emitía una radiación misteriosa, más penetrante aún que los rayos X, a la que posteriormente se le llamó radiactividad. Todo se debió a haber colocado las sales de uranio que utilizaba en sus experiencias sobre una placa fotográfica envuelta en papel negro en una zona oscura, en un cajón, y observar que la placa se ennegrecía, se había velado, a pesar de que no había sido expuesta a ningún tipo de luz ni otra radiación conocida hasta el momento. Se le concedió en 1903 el Premio Nobel, que compartió con Pierre y Marie Curie, “en reconocimiento a los servicios extraordinarios que ha proporcionado su descubrimiento de la radioactividad espontánea”.
• En 1928, Alexander Fleming, cuyo laboratorio estaba habitualmente muy desordenado, estaba investigando sobre la gripe cuando se dio cuenta de que un moho azul-verdoso, la colonia de un hongo, había infectado espontáneamente, como un contaminante, una de sus placas Petri y había matado a la bacteria staphylococcus que cultivaba en ella. Dicho hongo, penicillium notatum, produce una sustancia natural, la penicilina, con efectos antibacterianos, así que este hecho accidental sirvió para salvar millones de vidas. Fleming recibió el Premio Nobel en 1945. Pero hay otros que, aunque son menos conocidos, son bastante curiosos:
• El caucho es el componente fundamental en la fabricación de neumáticos. El caucho natural se pudre y huele fatal si no se vulcaniza (se calienta en presencia de azufre para volverlo más duro y resistente al frío). El caucho vulcanizado fue descubierto en 1839 por Charles Goodyear por accidente al volcar un recipiente de azufre y caucho encima de una estufa.
• En 1853 el chef G. Crum decidió fastidiar a un cliente que siempre se quejaba del gran grosor de sus patatas fritas. Las partió del grosor de un papel y las dejó en la sartén hasta que crujían. Este cliente fue la primera persona en probar las patatas chips.
• El ingeniero suizo George de Mestral, en 1941, tras dar un paseo por el campo pensaba en lo complicado que era desenganchar de sus pantalones los frutos de algunos cardos Arctium bardana (arrancamoños). Los estudió con su microscopio, descubriendo que poseen unos ganchos con una forma tal que se pueden adherir muy eficientemente a superficies irregulares. Se le ocurrió crear un sistema de cierre basado en la estructura observada: el velcro.
• En la Segunda Guerra Mundial los emisores de microondas (magnetrones) eran usados por los radares del ejército aliado para detectar enemigos. Se empezaron a utilizar para calentar comidas a partir de 1946 después de que uno de ellos derritiese un caramelo que llevaba en el bolsillo un ingeniero de la empresa Raytheon (corporación industrial y uno de los contratistas militares más grandes de los Estados Unidos).
• El aspartamo, edulcorante artificial, fue descubierto en 1965 por J. M. Schlatter. Mientras investigaba con una droga contra las úlceras, derramó algo de aspartamo por accidente sobre su mano. Al lamerse el dedo se dio cuenta de su sabor dulce. Algo similar ocurrió con otros dos edulcorantes artificiales: el ciclamato y la sacarina.
• El citrato de sildenafilo, más conocido por el nombre comercial de Viagra, fue diseñado inicialmente para tratar la angina de pecho y la hipertensión arterial. Los primeros ensayos se realizaron en el Hospital de Swansea (Gales) donde se pudo comprobar, con gran sorpresa, que uno de sus efectos secundarios era que los pacientes masculinos podían desafiar la gravedad con cierta parte del cuerpo.
Pues bien, puedes conocer más descubrimientos accidentales en el libro “Serendipia. Descubrimientos accidentales en la ciencia” de Royston M. Roberts. ¡Quién sabe si el día de mañana puedes tener la misma suerte que Clara Lazen, una niña de 10 años de la escuela Border Star Montessori en Kansas City, Missouri (EEUU)!. En enero de 2012, su profesor de Química había repartido en la clase kits de modelado para que construyesen moléculas. Al acercarse al pupitre de Clara vio que esta había dispuesto al azar una combinación única de átomos de C, N y O que tiene el potencial de almacenar energía y que podría convertirse en un potente explosivo: tetranitratoxycarbon. Hoy en día, los químicos intentan sintetizar esta molécula, ya que no se encuentra en la naturaleza.
Clara Lazen con su profesor Robert Zoellner