Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



jueves, 21 de agosto de 2014

La guerra de las salamandras de Karel Capek

Dos delitos condenaron a Karel Capek al oscuro pozo del olvido: escribir obras de ciencia-ficción y hacerlo además en checo. Un género desprestigiado, juvenil, pulp para frikis y una lengua minoritaria, vestigio de la vieja Europa y de la que sus compatriotas huían como de la peste (Kafka, por ejemplo, el checo más célebre, no escribió ni una linea en checo: prefirió el alemán hasta para su diario). Y el resultado es que Capek, uno de los más grandes escritores del S.XX, sigue siendo una rareza, un autor de culto, que sólo unos pocos elegidos han tenido la oportunidad de leer. Con esta entrada pretendemos reparar un poco este desaguisado, al menos para los frecuentadores de la Biblioteca del IES Arjé.
Aunque R.U.R., apocalíptica obra teatral sobre robots rebeldes (Capek fue el primero en usar la palabra 'robot', que en checo significa 'trabajo'), o La fábrica de lo absoluto, sean títulos que merece la pena conocer, La Guerra de las Salamandras es, sin duda, la obra maestra de Capek, la más grande sátira de la civilización occidental que se haya escrito jamás y un clásico del S.XX.
Con el descubrimiento cerca de Sumatra de una extraña variedad de anfibio bípedo y de cierta inteligencia, La Guerra de la salamandras comienza al más puro estilo Lovecraft para concluir en una descacharrante sátira de la civilización a medio camino entre Rabelais, J.G. Ballard, Oscar Wilde y Adam Smith, con su poco de odisea kafkiana sobre la burocracia institucional y hasta un si es no es de Kierkegaard, Nietzsche y hasta el efecto mariposa.
Centrada en la sempiterna capacidad del ser humano para autodestruirse hasta la aniquilación, lo curioso es que, bien lejos de ser una gris distopía apocalíptica de las que hubo y habrá tantas (La Guerra de los mundos, Un mundo feliz, 1984, El mundo sumergido...), con la novela de Capek te partes la caja todo el tiempo. Su fina ironía y el humor tremendo que destilan sus páginas hacen de La Guerra de las Salamandras a la ciencia-ficción lo que don Quijote de la Mancha es a la novela de caballerías, y como Cervantes trasciende además con mucho los límites del género hasta ser una reflexión, llena de humor negro, sobre el porvenir de la humanidad. Hasta el acto mismo de escribir está parodiado en su "nivolesco" final. Como en Don Quijote, otra novela de mucha retranca y cuyo humor es algo así como una defensa contra las ofensas de la vida.
Y así paso a paso, carcajada a carcajada, Capek te va desvelando la estupidez profunda de eso que llamamos jactanciosamente la civilización, y llega un momento ya en que, entre risas, no puedes dejar de repetir, golpeándote la sien como un nuevo Obelix: ¡están locos estos humanos! Y es que Capek ahonda en los absurdos de la sociedad contemporánea con una viveza extraordinaria y no deja títere con cabeza: los totalitarismos, la carrera armamentística, el colonialismo económico, la beatería, las instituciones supranacionales, la panoplia patriótica, la genética, la tecnología, la cooperación internacional... todos los credos que han movido el siglo XX... todo es parodiado sin rubor en La Guerra de las Salamandras que, para sorpresa mayúscula, fue escrita ¡en 1936! cuando aún estaba muy lejos la II Guerra Mundial, la Guerra Fría o la descolonización que, de algún modo, están aquí anticipadas de manera cristalina.
No queremos adelantar nada más de su argumento para que el descubrimiento de esta joya sea realmente absoluto, sólo advertir de su tremendo dominio de los recursos de vanguardia (vanguardia que también resulta escaldada en la misma novela) y de la increíble, fascinante o, si queremos, terrorífica actualidad de la novela. Resulta que La Guerra de las Salamandras no tiene edad: está sucediendo ahora mismo.
Y ya: el último delito a añadir a los dos mencionados al principio: la novela que comentamos hoy está al alcance de cualquiera; no es de esas obras complejas y a menudo incomprensibles que tanto suelen gustar a los críticos. Es asequible. Juvenil, diría alguno (como si la complejidad fuera privativa de la madurez).  Y lo que ocurre en realidad es que La Guerra de las Salamandras hace fácil lo difícil, y pone con claridad al alcance de los lectores las reflexiones más profundas sobre qué somos, de dónde venimos y, sobre todo, adónde vamos. Como sólo saben hacerlo las verdaderas obras maestras.