Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



jueves, 31 de marzo de 2016

Algunas excentricidades, locuras y extravagancias de grandes científicos


Durante toda la historia de la humanidad hemos conocido el caso de muchos genios con algún desorden mental y/o neurológico. No se escapan los grandes científicos:

Tycho Brahe:

            Algunas de las excentricidades de este famoso astrónomo eran tener un alce como mascota y un enano debajo de la mesa al que le daba de comer de vez en cuando. Al parecer, murió por no ir al baño: contrajo una infección en la vejiga tras aguantar sus ganas de orinar en un banquete ya que pensaba que levantarse sería romper la etiqueta.

Isaac Newton:

Considerado por muchos el científico más importante de la historia, en la Enciclopedia Británica podemos leer que sufría algunos trastornos psicóticos como depresión, desorden bipolar y paranoia. Llegaba incluso a olvidarse de comer y dormir. Dedicó gran parte de su vida a la alquimia, por lo que algunos de sus biógrafos piensan que pudo padecer un envenenamiento de la razón debido a sus exposiciones al mercurio.
            Entre sus excentricidades podemos citar la de no publicar los descubrimientos que hacía. Por ejemplo, se cuenta que Edmund Halley lo visitó en 1684 y le comentó que estaba estudiando con algunos colegas de Londres qué fuerza era la que mantenía a los planetas en órbita elíptica girando alrededor del Sol. Halley animó a Newton a averiguarla y el gran sabio le contestó que ya lo había descubierto hacía 20 años, aunque había extraviado muchas notas. En 1867 publicó los trabajos realizados en el libro “Philosophiæ naturalis principia mathematica”, donde enunció sus tres famosas leyes de la dinámica, a partir de las cuales pudo deducir la expresión de la fuerza gravitatoria. Según muchos historiadores de la Ciencia, es posible que Newton se llevase a la tumba muchos descubrimientos que aún hoy desconozcamos.

Gaspar Balaus:

Aunque no muy famoso, este médico del siglo XVII (además de orador y poeta) estaba convencido que estaba hecho de mantequilla. Evitaba cualquier fuente de calor (una lámpara, una chimenea,…) para no derretirse. Tal era su manía que le llegaría a costar la vida: un dí­a muy caluroso temió fundirse y se arrojó de cabeza a un pozo, muriendo ahogado.

Albert Einstein:

            Este gran genio, considerado por sus coetáneos como “el científico excéntrico de los pelos revueltos”, casi no sabía hablar a los 3 años y hasta los 9 no lo hizo con fluidez. Suspendió su primer examen de selectividad. Aprobó las asignaturas de Matemáticas y Ciencias, pero suspendió Historia y Geografía. Algún tiempo después le preguntaron el motivo y su respuesta fue que eran muy aburridas y además no estaba de humor para contestar correctamente.
De vez en cuando paseaba con su violín, tocando melodías de Mozart, y lloraba  al observar los pájaros.
           Decidió dejar de usar calcetines al “descubrir” que el dedo gordo del pie termina siempre haciendo un agujero en ellos.
           Le chiflaban las mujeres, pero cuanto más vulgares, sudorosas y malolientes mejor. Nunca le importó la belleza física, ya que decía que la visión de una bonita jovencita le entristecía al recordarle el breve tiempo que estamos en la Tierra los seres humanos.

Kurt Gödel:

            Este brillante lógico y matemático, colega de Einstein, padecía de delirios persecutorios, hasta tal punto que creía que era perseguido para envenenarlo. Sólo comía lo que le preparaba su esposa, la cual debía probar los platos antes de que él los tocara. Murió de inanición porque su esposa fue ingresada durante un tiempo y mientras no volvió a tomar ningún alimento.

Nikola Tesla:

            Sufría de trastorno obsesivo compulsivo. No podía tocar nada que pudiese estar sucio o tuviese forma redonda; estaba obsesionado por el número 3, daba tres vueltas a los edificios antes de entrar y limpiaba sus cubiertos antes de comer utilizando exactamente 18 servilletas.

Charles Darwin:

Padecía de agorafobia (temor a estar en espacios abiertos), lo que le hacía padecer de alucinaciones, temblores, ansiedad y otras crisis de histeria.

Henry Cavendish:

Los psicólogos harían sus delicias estudiando a Cavendish, uno de los hombres más extraños e insociables de la historia. Vivía con unas cuantas libras esterlinas a la semana, a pesar de ser el principal accionista del Banco de Inglaterra. Su gran riqueza, unida a su noble linaje, hacía de él uno de los solterones más codiciados de la época, pero Cavendish enfermaba al ver a una mujer. Se comunicaba con sus sirvientas por escrito para no verlas, llegando al extremo de mandar construir una escalera en la parte posterior de su casa para entrar y salir sin ser visto por las doncellas de su servidumbre. Era tan excéntrico, tímido e introvertido que no tenía trato cercano con nadie. No contando con los aparatos necesarios para medir la intensidad de corriente eléctrica en sus experiencias, por no encargárselos a otros, medía dicha intensidad consigo mismo según el dolor, más o menos fuerte que le producían las descargas.

Richard P. Feynman:

            Galardonado con el Premio Nobel de Física de 1965, este extravagante e inteligente científico no pronunciaba ninguna palabra a los tres años y tuvo que salir del ejército tras la 2ª Guerra Mundial al ser considerado “deficiente mental”.
            Tenía adicción a los bares de topless. Según relata en su autobiografía, le gustaba ir a estos lugares para relajarse. Pedía un 7-Up y aprovechaba la inspiración para escribir reflexiones y ecuaciones en las servilletas del local.
No le gustaban demasiado los premios, aunque se tratase del Nobel. Entre las tres y las cuatro de la madrugada sonó el teléfono de su casa. “¿Para qué me molestan a estas horas de la madrugada?”. “Pensé que le gustaría saber que ha ganado usted el Premio Nobel!, le dijo un desconocido. “¡Síííí! ¡Pero ahora estaba durmiendo!”
            Enfermó de cáncer, y tras varias operaciones fallidas, decidió no seguir más tratamientos. Murió el 15 de febrero de 1988 tras decir: «No soportaría tener que morir dos veces. Es muy aburrido».

Yoshiro Nakamatsu:

Según el autor de unos 3000 inventos, entre ellos el disquete, la privación de oxígeno estando bajo el agua hace que se le ocurran inventos. Muchas de sus grandes ideas las ha obtenido a punto de ahogarse, a casi medio segundo de la muerte. Cuando le llega una idea, la anota en un dispositivo que funciona bajo agua, y sube nuevamente.