Bien, amigos del Mundo Sumergido. Llegó la hora de la verdad. Con las espadas en todo lo alto, y un empate técnico entre los más hábiles escrutadores de esta Torre, escenificamos aquí la última de las ecuaciones culturales de esta temporada que, si no hay sorpresas, será la de la victoria para alguno de estos buceadores culturales ya legendarios.
El extraordinario pianista de la imagen (llamado igual que un polémico presidente de los EEUU) e interlocutor único en unas míticas Conversaciones conmigo mismo, perdió a su mejor compañero de trabajo en un
accidente automovilístico el mismo año en el que se inició una singular
edificación europea que se mantendría en pie hasta el año de
fallecimiento de un surreal pintor español. Este malogrado músico
compartía nombre con un jazzístico escritor norteamericano que había
vivido a este lado del paraíso pero murió en un año infernal en el que
también lo hizo, asesinado en Méjico, un importante político
revolucionario ruso, de idéntico nombre que quien mejor ha narrado la Guerra y la Paz. El tremendo magnicidio de Méjico lo protagonizó un espía español, tocayo del inventor de las "greguerías" y cuya historia cuenta en una novela canina un escritor cubano llamado igual que el autor de "la Gioconda". El mismo
año de aquel asesinato se estrenó en España una película que no ha conseguido
llevarse el viento, y nació en un amazónico país el que con el tiempo
iba a convertirse en el rey del deporte rey.