Los científicos no tienen por que
ser gente seria. Se pasan la mayor parte de su vida encerrados en un
laboratorio o utilizando fórmulas y ecuaciones
ininteligibles para los profanos, pero muchos de ellos han sido protagonistas
de curiosas anécdotas. Mirando en muchos libros y en internet podemos
hacer una buena recopilación de ellas. Veamos algunas de
grandes científicos, empezando por varias del gran Albert Einstein:
Einstein y Charlot
Einstein con Charlot |
Einstein se encontró en una fiesta con Charlot y le dijo: “Lo que admiro en usted es que su arte es universal, todo el mundo lo comprende”.
Charlot le respondió: “Lo suyo es
mucho más digno de elogio: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo
comprende”.
Einstein y Marilyn Monroe
En otra de las innumerables
fiestas de la época Albert Einstein se encontró con Marilyn Monroe.
Se dice que ella, que no encontró tema de conversación al situarse frente a él,
decidió proponerle matrimonio: “Que dice profesor. Deberíamos casarnos y tener
un hijo juntos. ¿Se imagina un bebe con mi belleza y su inteligencia?”.
Einstein le contesto: “Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y su inteligencia”.
Einstein le contesto: “Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y su inteligencia”.
Einstein y el examen
De la etapa de Einstein como
profesor se cuenta que al final de un examen un alumno se le acercó y le
comentó sorprendido: “¡Las preguntas del examen de este año son las mismas que
las del año pasado!”. Einstein le contestó: “Sí, pero este año las respuestas
son totalmente diferentes".
Einstein y su chófer
Cuando Einstein empezó a ser
conocido por su teoría de la relatividad, era solicitado con bastante
frecuencia por distintas universidades para dar conferencias. Por aquel
entonces, segunda década del siglo XX, pocos medios existían para conocer la
apariencia de alguien si no se le conocía en persona. Así que pocos podían
reconocer al gran científico. No le gustaba conducir, por lo que contrató los
servicios de un chófer para desplazarse a dar sus conferencias en automóvil.
Después de varias conferencias, y comentándole Einstein al chófer durante un
viaje lo aburrido de repetir una y otra vez lo mismo, este le dijo: “Si quiere,
le puedo sustituir en la próxima. He oído su conferencia tantas veces que la
puedo recitar palabra por palabra”. Además los dos estaban de acuerdo en que
sería fácil responder a las preguntas finales ya que también se repetían
continuamente. Antes de llegar al destino se intercambiaron sus ropas y
Einstein se puso al volante. Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la
conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no
se descubrió el engaño. El chófer expuso perfectamente la conferencia mientras
Einstein le oía sentado detrás de su auditorio. Al acabar, uno de los presentes
hizo una pregunta que el chófer había escuchado por primera vez. En un golpe de
inspiración, contestó: “La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que
mi chofer, que se encuentra al final de la sala, se la responda".
Einstein y la tercera guerra mundial
En cierta ocasión se le preguntó a Einstein qué armas se
emplearían en la tercera guerra mundial. Sabiamente, respondió: “No lo sé, pero
en la cuarta se usarán palos y piedras”.
Newton en el parlamento
Newton, tras ser elegido miembro
del parlamento británico, acudía siempre a su puesto, pero nunca intervenía. En
cierta ocasión se levantó durante una sesión. Se hizo un gran silencio para
escuchar sus palabras, pero todo lo que Newton hizo fue pedir que cerrasen una
ventana, que había mucha corriente.
Dirichlet y su telegrama
A este matemático del siglo XIX
no le gustaba escribir cartas. Se dice que una de las pocas veces que escribió
una misiva fue al nacer su primer hijo. Envió un telegrama a su suegro con el
siguiente mensaje: 2 + 1 = 3.
Rowland y su poca humildad
Henry Augustus Rowland fue un
físico estadounidense famoso por sus estudios sobre la corriente eléctrica y
las propiedades magnéticas, y también por su falta de humildad. Cierto abogado
le preguntó una vez quién era el mejor físico estadounidense vivo,
contestándole: “Soy yo”. Cuando un tiempo después se le preguntó sobre su falta de humildad en esa respuesta,
contestó: “No pude evitarlo, estaba
bajo juramento”.
Cavendish y la electricidad
Al no contar con los instrumentos
adecuados de medida en sus investigaciones de electricidad, se sometía
directamente a la corriente eléctrica, calculando su intensidad por el dolor.
Dirac y su lógica
El físico británico Paul Dirac se
dejaba llevar por la lógica hasta sus extremos. En cierta ocasión, cuando
finalizaba una de sus clases en la Universidad de Toronto, se dirigió a sus
alumnos indicándoles que si tenían alguna pregunta. Un alumno le dijo:
“Profesor, no entiendo el desarrollo de la fórmula de la parte superior
izquierda,..”. Dirac contestó: “Eso no es una pregunta, es una afirmación.
Siguiente pregunta,…”
Bohr y las medallas de oro
Este físico danés, antes de
abandonar su ciudad natal perseguido por los nazis, disolvió en agua regia (una
mezcla de ácido nítrico y clorhídrico) las medallas de oro concedidas con el Premio
Nobel que le habían confiado sus colegas Max von Laue y James Franck. El metal
fundido lo escondió en una botella de su laboratorio de Copenhague. Cuando
acabó la guerra, Bohr mandó el oro a la Academia Sueca, donde volvieron a refundir las medallas.
Landau y Lysenko
Denisovich Lysenko, fundador del
llamado darwinismo creativo, daba una conferencia en Rusia sobre la herencia de
los rasgos adquiridos en la Academia de las Ciencias. Al acabar, el físico Lev
Landau le preguntó: “¿Así pues,
usted argumenta que si cortamos una oreja a una vaca, a su descendencia y así
sucesivamente, tarde o temprano nacerán vacas desorejadas?”. Lysenko respondió:
“Sí, es correcto”. Landau volvió a preguntarle: “Entonces señor Lysenko,
¿cómo me explica que sigan naciendo vírgenes?”.