Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



viernes, 5 de octubre de 2012

Libros de Cine

Aquellos que prefieren por sistema ver películas basadas en libros en lugar de leer los libros originales es como si prefirieran comerse un chicle previamente masticado por otra persona; un chicle, no me negaréis, ciertamente asqueroso, y además sin sabor. Por más vueltas que le demos, leer es una experiencia infinitamente más intensa que ver (sobre todo si lo que ves es una "traducción" y/o imitación). Y esto no sólo porque las películas basadas en libros generalmente matan las fantasías y especulaciones que los libros suscitan, sino porque el cine tiene unas reglas y la literatura otras: son juegos distintos, aunque puedan parecerse. Y a mi que no me digan: jugar a ping-pong con balones de baloncesto no me parece muy práctico.
En realidad ninguno de los realmente grandes en literatura ha tenido demasiada suerte con sus adaptaciones al cine. Ni Cervantes ni Shakespeare (aunque lo hayan intentado los mejores) han dado un cine digno, pero tampoco Moliére, Goethe, Quevedo o Victor Hugo. Más suerte, en cambio, parece haber tenido una novelista menor como Mary Shelley, cuyo Frankenstein, en la versión cinematográfica de James Whale, es prodigioso (hay incluso una continuación, La novia de Frankenstein, que es aún mejor, y que está enteramente sacada del magín de Whale pues, como todo el mundo sabe, el pobre monstruo del doctor Frankenstein no ligaba nada). Tampoco le ha ido mal a   Guy de Maupassant, cuyo increíble cuento sobre la guerra franco-prusiana, "Bola de Sebo", se convirtió, en las manos de John Ford, en La Diligencia, un western psicológico, sobre los orígenes de Norteamérica. Ni a Julio Cortázar, pues al menos uno de sus cuentos, "Las babas del diablo", se ha convertido en una gran película, Blow Up, aunque transportado por Antonioni al Londres pop de los 70. Tampoco debemos pasar por alto El corazón de las Tinieblas del "extraño" Joseph Conrad, que Francis Ford Coppola, trasladando la historia de África a Vietnam, convirtió en Apocalipse Now. Puro cine. Y qué decir de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la extraordinaria novela de Philip K. Dick, que Ridley Scott transformó en otra cosa distinta, pero también increíble en Blade Runner, con Harrison Ford haciendo de agobiado cazador de androides. Un caso singular de "traición" al libro es La Naranja Mecánica, una notable novela moral de Anthony Burguess sobre el trabajoso paso de la adoscencia a la madurez, que Stanley Kubrick convirtió en una inmoral epopeya sobre la violencia del Estado y la libertad individual dotada de una increíble fuerza visual.
¿Y los cómic? Que me aspen si V de vendetta o Watchmen, de Alan Moore, no son absolutas obras maestras del arte de la viñeta que el cine no ha podido igualar.
Hablemos por último de dos novelas fiasco que fueron grandes películas. Por ejemplo, Sed de Mal, de Orson Welles, una de las mejores películas de la Historia, está basada en una patética novela de Whit Matterson; y Rebeca, la más emocionante película de Alfred Hitchcock, en una novela sosísima de Dapne du Maurier.
En fin, no cabe duda, los mejores logros del "cine literario" se han producido cuando el cine ha usado su propias reglas, aunque ello suponga transformar la historia original, como muestra de que los matrimonios de conveniencia (desganados o comerciales) entre literatura y cine nunca han disfrutado de ninguna apacible Luna de Miel.

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