Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



martes, 12 de marzo de 2024

Lorca: otra mirada. Fraude y Leyenda de José A. Fortes

 


En el último y documentadísimo libro del investigador e historiador de la literatura José Antonio Fortes se aborda sin tapujos una cuestión por lo general muy orillada en nuestros estudios culturales; esto es: la construcción de mitos literarios por razones ideológicas. Y lo hace a través del siempre espinoso "affaire Lorca", como él lo llama, con afán desmitificador, para hacer la crónica de un bluff. El autor reorganiza y potencia aquí los materiales que ya aparecían en su anterior Lorca: Fraude, Negocio e Ideología (2020), que fue de circulación muy restringida, y compone un poderoso fresco sobre cómo el poder manipula la historia literaria para perpetuarse. Y en la que García Lorca, poeta y mártir, sale convertido no sólo en un negocio "del que vive y ha vivido mucha gente" sino en una excusa o pretexto para la limpia sino verdadera razzia de escritores con la carga subversiva de la que él carecía: la estrategia "oculta" para combatir la cuestión obrera y revolucionaria. De manera que, si la poderosa máquina propagandística y cultural de la burguesía monopolista, puso a rodar el mito Lorca como adalid de la modernidad o incluso del pueblo, en sonrojantes piruetas dialécticas, fue para ocultar la verdadera alternativa cultural proletaria que pudo gestarse en en primer tercio del s. XX, con un conjunto no pequeño de nuevos escritores "marginales", procedentes de las clases subalternas, sobre el que la historia literaria ha pasado por encima sin detenerse. El profesor Fortes, desde luego, ha abordado la cuestión de las espúreas razones de los mitos literarios en textos previos como La Nueva Narrativa Andaluza (1990) o Intelectuales de Consumo (2010), pero es en este despiece monumental sobre el "constructo" cultural del mito Lorca donde alcanza mayores cotas de densidad interpretativa, porque probablemente el escenario español de las primeras décadas del s. XX fue el más excepcional laboratorio donde ensayar los procesos de hegemonización cultural que llegan a nuestros días. Aquellos por los cuales se otorgan prestigios, prebendas y laureles a los autores que menos cuestionan, en lo profundo, el statu quo; los que más inocuos resultan. Estrategia indudable del capital que, "prietas las filas", como diría el autor, permite que tanto un ala como otra del mismo e indudable modelo económico, puedan colocarse detrás del escritor granadino y haberlo convertido, por ejemplo, en un indiscutible para la izquierda, una izquierda que, desde luego, no era, como reconoció Machado, la que cantaba la Internacional. 

          Editado por libros de la Atopía, este monumental despiece (662 páginas) se realiza con documentos de época, memorias, cartas, recortes de periódico o expedientes de censura (documentos que, por otra parte, se ofrecen, en su totalidad, a los lectores, a través de un código QR) que permiten al profesor Fortes, mediante un lenguaje muy sport, en las antípodas de la grisura académica, diseccionar de forma muy estimulante un entramado a menudo hediondo y cuestionar casi todos los lugares comunes en los que el "affaire Lorca" suele quedar: que estuvo censurado durante el franquismo (nunca ocurrió tal cosa, como aquí se demuestra), que fuera autor "amoral y marxista" (fue autor apreciado por la Falange y se aportan documentos y autos de fe literarios que lo atestiguan y aún hablan de él como poeta de la "España Imperial"), que estuviera comprometido con Andalucía (cuando es, en realidad, por su máquina de creación de tópicos, su gitanismo elegante, su coplismo -"franquiciado", lo denomina Fortes- y su tipiquismo  estético, uno de los autores que más daño ha hecho a esta tierra), que fuera autor muy conocido (cuando lo era sólo dentro de aquel álgebra superior de las metáforas, auspiciado por Ortega y Gasset, en el que a la postre consistió la poesía pura a-política y, por tanto, colaboracionista con la involución, que se dio entre las élites de aquel tiempo) o, incluso, las razones de su muerte. No hay aspecto del mito Lorca que no salga al menos tocado de la lectura que hace el profesor Fortes de documentos que, por otra parte, siempre estuvieron al alcance de los investigadores (y más aún ahora, recopilados y ordenados, gracias al QR que esta edición nos regala) pero que, cegados y sumisos a la lectura "oficial", pocas veces se habían leído y contextualizado adecuadamente.

        Asimismo, el volumen incluye una sección final Bibliográfica que es, en si misma, un libro dentro del libro, con jugosas citas y referencias en relación con la leyenda lorquiana y sus aledaños en la construcción de una literatura de clase ("alta", por supuesto) de la que estaba, por supuesto, excluido aquel "pueblo en armas" al que aparentemente ha representado el autor de Yerma desde entonces.  No obstante, quizá lo más singular de esta documentada exposición de los motivos extraliterarios que encumbraron a Lorca es que se hace, como antes comentaba, huyendo de la engolada prosa academicista, en un directo y democratizado roman paladino que le permite expresiones del tipo "operación Fairy" para expresar la limpieza de clase que se dio en la Guerra Civil; la magia "howartsiana" (la escuela de Harry Potter) como el mecanismo ideológico que convierte la literatura en fantasmagoría sin contexto histórico o de clase; el "comité de metáforas", para designar para designar a los, por Fortes denominados, Funcionarios Ideológicos de Clase que alumbraron la "poesía deshumanizada"; los "jinetes del Apocalipsis now" que arrasaron algo más que los campos de batalla durante la incivil contienda; la comparación de Lorca con Wally, al que hay que buscar dificultosamente en el riquísimo panorama literario de los años 20 y 30, o el afortunadísimo hallazgo del "capitalismo del espíritu" para designar, en fin, todo lo que la literatura más o menos viene a ser.
        En definitiva Lorca: Otra Mirada. Fraude y Leyenda, es indiscutiblemente un libro polémico, pero sólo porque aborda su objeto desde el estudio y no desde la inercia o el laudo, que es lo que se ha hecho, por lo general, hasta ahora, pero no es, desde luego, definitivo, pues como su autor admite hay muchas historias aún por contar de la modernidad republicana española. Y José Antonio Fortes está dispuesto a hacerlo. Sin tapujos, sin pelos en la lengua, como la Historia se merece.

miércoles, 31 de enero de 2024

La paz empieza nunca

 


Esta visto y comprobado: la paz no es comercial. Ese ideal estado de ataraxia y fraternidad no interesa a los amos de este mundo. El buen rollo no vende, no se monetiza bien. El conflicto, la tensión, la Guerra son mucho mejores, tanto para vender armas como ansiolíticos. No hay más que tener los ojos abiertos y mirar.

           Lamentablemente la literatura no ha sido una excepción: la paz no ocupa una sola línea en el genial mamotreto de León Tolstoi que la lleva en el título mientras que sus páginas están llenas de ardor guerrero, de histerismo y de francofobia. En cambio la guerra está hasta en la sopa, desde Tucídides hasta Almudena Grandes. No obstante, repasemos brevemente algunas de ellas que, por su mérito, van más allá de la mera literatura bélica para integrar una especie de pléyade de las letras con guerra al fondo. Sólo nos centraremos en los extranjeros, dejando para otro post a los cronistas de nuestra España doliente.

    Entre los más antiguos, El Arte de la Guerra de Sun Tzu, tiene sus fans -casi todos de extrema derecha- pero para mí es un truño, mucho mejor la Ilíada de Homero, dónde va a parar: toda una apoteosis de la épica Antigua donde los caballos de madera ocultan ejércitos, las tías buenas provocan guerras y, en medio de todo, el atribulado Aquiles tendrá que superar toda clase de problemas, incluida la fascitis plantar.

                Las guerras coloniales también tienen su público, pero si tengo que elegir sólo una novela, sin duda El hombre que pudo reinar de Rudyard Kipling, escritor británico, imperialista hasta las trancas, pero autor de algunas maravillas, como El libro de la selva. Esta, que en realidad es un relato, explora la posibilidad de que hubiera habido rajás occidentales en algunas aldeas de la India y de Oriente Medio, algo que, en realidad, no era estrictamente necesario: bastaba con financiarlos, como se descubrió pronto. Frente a esta pequeña obra maestra de Kipling no tiene nada que hacer, pese a su fama, Los siete pilares de la Sabiduría el ladrillo de T.E. Lawrence, Lawrence de Arabia, que además de un escritor pésimo, tiene la manía de hablar constantemente de si mismo elogiando su papel en aquel auténtico juego de tronos que fue la descolonización árabe.

                Entre los conflictos bélicos del s. XX es la I Guerra Mundial la que se lleva la palma, pues la “última guerra romántica” contó con numerosos cronistas-combatientes de ambos bandos: Erich María Remarque con la prodigiosa Sin novedad en el frente por el lado alemán o Henri Barbusse con la no menos vibrante El fuego por el francés. En todo caso sobre aquel ridículo conflicto, resultado precisamente de la descolonización, yo destacaría dos pequeñas obras maestras: El diablo en el cuerpo (1923), la increíblemente precoz novela de Raymond Radiguet, que contaba la mórbida historia de amor entre un adolescente y la mujer casada Marthe, cuyo marido está en el frente. Para ellos la Guerra fue maravillosa: por lo pronto, cuatro años de vacaciones. La otra es una joya desconocida, Los que teníamos doce años (1928) de Ernst Gläeser, en la que, con un tono entre alucinado y violento, narra el absurdo entusiasmo con el que fue acogida la declaración de guerra entre la juventud alemana de entonces y el complejo de culpa con que la vivieron los que por edad se libraron de los combates. Incomprensiblemente este novelón, que fue un éxito en su época, no tiene edición moderna.

                De entre la amplia bibliografía sobre la II Guerra Mundial, en donde tanto ha reinado la desinformación y el amarillismo, además de algunos testimonios esenciales sobre el holocausto (Primo Levi, Imré Kertsz…) yo destacaría dos novelas: Matadero Cinco (1969) de Kurt Vonnegut, una divertidísima sátira sobre la ridiculez de las guerras con el trasfondo del desconocido e inútil episodio del bombardeo de Dresde, en el que el autor participó, y Vida y Destino (1980) de Vassili Grossman, que radiografía la vida cotidiana de los soviéticos en el rompeolas de la batalla de Stalingrado. Esta segunda ya no tiene ninguna gracia.

                Y por fin, con respecto a la más incivil de las guerras, que fue la nuestra, una guerra de clases en toda regla disfrazada de españolismo y sacristía, nadie ha sabido verla con una mirada tan desprejuiciada y lúcida como el larguirucho británico George Orwell, que fue miliciano del POUM, participó en la batalla del Ebro y también en las lamentables jornadas de Mayo del 37 en Barcelona, que desmoronaron para siempre sus sueño comunista. Se llama Homenaje a Cataluña (1938) y vale un potosí. De nada