Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



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viernes, 15 de marzo de 2013

King Crimson o la esquizofrenia del S.XXI

Pues sí, fieles amigos de la sección musical de la Torre, el nivel de creatividad de los años 60 era tanto que un disco como In the court of the Crimson King, un monumento sonoro imprescindible en la historia de la música del S.XX, y cuya portada tienes a la izquierda, pasó casi inadvertido. Claro, corría 1969. Y 1969 era mucho 1969: Beatles, Stones, Kinks, Small Faces, Velvet Underground, Led Zeppelin, ¡Jimi Hendrix!.... El album, por si fuera poco, era de los raros: prolongadas piezas de casi diez minutos, construidas a modo de suites orquestales donde el rock duro, la psicodelia, la música de cámara y la experimentación se daban la mano. El grupo lo componían una serie de músicos desconocidos (de los cuales sólo Robert Fripp, elguitarrista, llegó a hacer carrera) y para colomo de extrañezas atribuía la "iluminación" de la banda a un tal Peter Sinfield, un oscuro poeta neo-surrealista que firmaba las letras como, ciertamente, un iluminado, traspasado de visiones oníricas y de ácido. El resultado de aquella propuesta era demoledor; un disco agresivo y tierno a partes iguales con versos que han pasado, con justicia, a la historia: "la confusión será mi epitafio", o "soy la esquizofrenia del S.XXI", reinvención al más puro estilo Verlaine de "soy el imperio en el fin de la decadencia".



Las proezas de la banda continuaron todavía algunos años, con obras como Islands, In the wake of poseidon, Lark´s tongues in aspic o Starless and bible black, cuyo único nexo en común es la presencia de Fripp y la bandera de la libertad. Complejas tramas sonoras, que alternan afiladas guitarras eléctricas concuartetos de cuerda,  y hasta samplers con sopranos, junto con la rara poesía de Sinfield dan a estas obras una cualidad trascendente, una belleza quebradiza y un nivel sonoro ciertamente altísimo.




King Crimson fueron, en verdad, pioneros en la utilización para el rock de instrumentos raros, como el melotron, y muy poco rockeros, como el cello o la flauta, además de ser, decididamente, el único grupo que ha sabido sacar belleza de ese engendro llamado sintetizador. Su innovador trabajo con los bajos, su uso de saxos e instrumentos de música clásica junto con los electrónicos, el sabio uso de los silencios o las tramas sonoras superpuestas, dan a las composiciones del grupo una textura muy particular. No se parecen a nadie. Son ellos. Demoliendo las convenciones musicales para alumbrar nuevos mundos sonoros: la utopía de un S.XXI mucho menos libre de lo que ellos imaginaron.
Los Crimson, aunque nunca fueron un grupo de masas, han acabado ocupando su lugar en las enciclopedias como representantes del Rock Progresivo, etiqueta que, en realidad dice bastante poco para un grupo que, durante cinco o seis años, mantuvo una riqueza musical y un nivel de experimentación dignos de Stravinsky o Coltrane.
A finales de los 70, y sobre todo en los 80, todo en la música cambió para nunca volver. Se impusieron las radio-fórmulas comerciales y las modas, y el rey carmesí, o al menos lo que había simbolizado, dejó de existir en espíritu, aunque aún anduvieran sacando discos hasta tiermpos recientes. Como buen movimiento de vanguardia, el "crimsonismo"  fue demoledor y efímero. Fripp ha continuado con proyectos experimentales (incluido un memorable concierto en Granada, hace cinco años), y Sinfield desapareció tan misteriosamente como había aparecido, dejando un puñado de versos que sin duda mejoraron el mundo.




viernes, 9 de noviembre de 2012

Songs in the key of the life, de Stevie Wonder


Si el Guardián de esta Torre tuviera que elegir cinco discos que se llevaría a una isla desierta no tendría ninguna duda: Songs in the key of life estaría entre ellos. Porque es un disco doble, y algo vas ganando, porque es de 1976, y cumple ahora nada menos que 35 primaveras, porque colaboran monstruos como George Benson, Bobby Humprhey, Herbie Hancock o Dorothy Asbhy, y porque es un disco maravilloso, ea.
En realidad, Stevie Wonder dedicó más de dos años a preparar la que iba a ser su obra maestra, y con la que iba a ganar tropecientos Grammy, cuando los Grammy significaban algo. La casa discográfica Motown, con la que debutaba, recelaba un poco del caracter ecléctico del disco, en el que hay pop guitarrero, funk, soul de alto voltaje, pero también instrumentales, baladas y experimentos a capella, con arpa, y hasta ¡en lenguas africanas!, pero lo cierto es que ganó con él 9 millones de dolares, y aún hoy es el disco de Wonder que más semanas ha permanecido en la lista de números 1, y uno de los más grandes discos de los años 70.

Obra ambiciosa, en la que Wonder trataba de buscar las claves que hacen que la vida merezca la pena, Songs... incluía maravillosos cantos a la concordia y a la lucha de los negros en todo el mundo, como este "Black Man", concebido como una singular lección escolar, con intervención de un coro de niños sabios:





El inclasificable músico ciego encontraba claves para vivir en las vivencias del verano ("Summer Soft"), en los mínimos gestos de los seres que amamos ("Is it magic", a solas y con el arpa de Dorothy Asbhy), en la revolución (el explosivo "Confusion" o "I wish"), en la fraternidad ("Love´s in need of love") o en la nostalgia, como en este versionadisimo "Pastime Paradise", que han cantado desde Patti Smith hasta Talking Heads, y que aquí os ofrecemos con los aires latinos del percusionista cubano Ray Barretto:



Vale, que luego Stevie grabó The Talking book, que incluye la muy popular "Superstition", que se hizo luego sufi, o hinduista, o yo que sé, que se comercializó con "I just call to say I love you" (hay una escena muy divertida al respecto en la película Alta Fidelidad), que montó un tinglado con amigos en beneficio de Unicef (¡hizo cantar a Springsteen con Dylan, Cindy Lauper o Michael Jackson) y que acabó grabando anuncios de Tráfico en España, todos lo sabemos, pero Songs in the key of life es un disco como la copa de un pino, y eso no se lo quita nadie. En youtube podéis encontrar un documental sobre el proceso de grabación y el significado de este mítico doble LP.

En Songs... no hay, en verdad, ninguna canción que flaquee; con todo, y porque le toca muy de cerca, si este guardián tuviera que elegir una canción de este disco se decantaría por "Isn´t is lovely", dedicada a su hija recién nacida, y que os dejo con la letra y todo.
P.D. En la versión del disco se escucha el primer llanto de la pequeña Aisha, así como extractos de sus primeros balbuceos y juegos de baño. También tiene un solo de armónica impresionante.
De nada.

jueves, 31 de mayo de 2012

La luna rosada de Nick Drake

Siempre que se habla del "club de los 27", aquel grupo de jóvenes románticos de la música rock que vivieron deprisa y murieron a esa edad, dejando bonitos cadáveres (Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Kurt Cobain), suele olvidarse la larga y desgalichada figura de Nick Drake, tan frágil como sus propias canciones, que murió en 1974, dejando tan sólo un puñado de letras sobre esta tierra.
Con sólo tres discos publicados, Drake es, indiscutiblemente, el más maldito de los poetas del rock, el Verlaine de la música, ese tipo oscuro y misterioso, parco de palabras, pero capaz de cantar con el corazón empapado en lágrimas mientras llueve en la calle.


Nacido por azar en Birmania, Nick fue siempre un apátrida, el chico callado al que nadie hace demasiado caso, pero que, en la oscuridad de su cuarto es capaz de conjurar todas las injusticias del mundo, sin alzar demasiado la voz. Su primer disco, y una obra maestra indiscutible, apareció en 1969 y era toda una declaración de intenciones. Letras de un lirismo profundo, melodias sutiles y alambicados arreglos orquestales, junto con la áspera delicadeza de su guitarra acústica, hacen de Five leaves Left, uno de los mejores discos de los 60, una explosiva mezcla de Dylan, Van Morrison y Debussy, que pasó totalmente desapercibida, sumiendo a Nick en una profunda depresión.


 

Su segundo disco, Brayter Layter, fue lo más parecido a un disco comercial que Nick podía hacer, y en él había maravillas como este "Hazey Jane II":





Tampoco tuvo fortuna Brayter Layter, en un mercado discográfico incapaz de apreciar esa música indescifrable y misteriosa, que no era folk, ni jazz, ni rock, ni soul, ni clásica, pero que a la vez era todas estas cosas, y sobre todo esas letras en las que Nick lamentaba la sordera de este mundo, nuestra incapacidad de apreciar las cosas más bellas que nos rodean, el lento derrumbarse de la utopía hippie.
El último disco de Nick Drake es una miniatura de 28 minutos titulada Pink Moon, y en el que apenas acierta a balbucir ya sus últimas canciones, antes de morir de sobredosis, aún ávido de estrenar un mundo que era siempre demasiado viejo para sorprendernos.
Entre los "tracks" olvidados y las maquetas inacabadas que no pudieron incorporarse a este disco casi póstumo se encuentra esta canción desesperada y agónica, lo más parecido al mítico cuadro de Goya  "Perro ahogándose"  que haya dado jamás la música. Y vale como epitafio


jueves, 26 de enero de 2012

Música y Cine: una historia de amor







Gracias a la actual película francesa The artist hemos descubierto que hubo un tiempo en que el cine fue mudo, y que sólo eran necesarias la expresión del actor y la composición del plano para hacer comprensible una película. La llegada del cine sonoro lo complicó todo un poco. En cierto modo, como dijo Charles Chaplin, el cine fue menos cine: más explícito, menos sugerente y, sobre todo, menos internacional. También sirvió para evidenciar las ridículas voces de algunas grandes estrellas de Hollywood. Con el nuevo cine sonoro nació también El Musical, donde la película muy a menudo era un mero pretexto para encadenar números musicales. El primer film sonoro de la historia es, de hecho, un musical: El cantor de jazz (Al Jolson, 1927). La fiebre musical en el cine había nacido, y también uno de los géneros fundamentales del Hollywood dorado, una explosión de vitalidad y de confianza en la vida que, ¡ay!, tanto hemos perdido. La vida entonces era tan maravillosa que apetecía decirlo todo cantando.


La espléndida película de Stanley Donen Cantando bajo la lluvia sigue siendo el mejor resumen de aquel mágico periodo en el que el cine tuvo voz y melodía por primera vez.




Durante los primeros años de Hollywood el Musical fue el más grande de los géneros, y el más querido por el público. Los años 30 a 50 del pasado siglo vieron nacer sucesivamente a estrellas como Fred Astaire y Ginger Rodgers, Gene Kelly, Debby Reynolds, Frank Sinatra, Judy Garland o Elvis Presley. Los números y coreografías eran cada vez más sofisticados; todo actor o actriz que se preciara tenía que cantar y bailar en las películas; estrellas de musical infantil, como Shirley Temple, inundaron las pantallas, y hasta cómicos especializados como los Hermanos Marx incluían siempre en sus películas números musicales, como este de Una noche en la Ópera (1935):



En los años 60 el idilio entre cine y música alcanzó su madurez cuando compositores de la envergadura de Leonard Bernstein, Nino Rota o Henri Mancini empezaron a formar parte del negocio, alumbrando obras maestras como West Side Story (Robert Wise, 1961),la épica versión de Romeo y Julieta trasladada al submundo de la inmigración portorriqueña en los EEUU. Aquí vemos su famosísimo comienzo:



Aunque en los 70 aún encontramos algún título legendario como Cabaret (con Liza Minelli), Tommy (con ¡los Who!) o Jesucristo Superstar (que protagonizó en Broadway Ian Gillan, el cantante de Deep Purple), el género entraba ya en franca decadencia con films más paródicos y desvergonzados como el musical gótico kitsch The Rocky Horror Picture Show:



Salvando algunos dignos intentos recientes, como Moulin Rouge o Across the universe, el género hoy está muy devaluado. Grandes creadores, como Woody Allen, han acudido en su rescate (Acordes y desacuerdos, Todos dicen I love you) y hoy triunfan biopics sobre músicos (Ray Charles, Bob Dylan...), pero es evidente que el género perdió ya la vieja magia, reivindicada, no obstante, casi como canto de cisne en este emblemático título de 1980, con el que os dejamos por hoy: Fama (Alan Parker, 1980):

viernes, 13 de mayo de 2011

Paul Weller, the changingman

Aunque últimamente se haya intentado su “resurrección”, tanto en su versión más palúdica y de “ojos azules” (Amy Winehouse, Craig David, o Duffy), como en otra vertiente más enérgica y racial (Alicia Keys, Joss Stone...), si el soul, hoy por hoy, tiene un hijo en la tierra, ese es, sin duda, Paul Weller. Y lo es, sobre todo, porque ha sabido aderezar a la profunda raíz soul de su música, la energía del rock, la banalidad sólo aparente del pop y la actitud estética del mundo “mod” dentro de un estilo inconfundible. En realidad, quizás es tan sólo eso: estilo. Paul Weller no es sólo el músico de los 70 en activo que mejor ha soportado el paso (y el peso) del tiempo, adaptándose como un verdadero camaleón a todas las tendencias sin perder su esencia, sino que es una de las figuras más importantes de la música popular de nuestro tiempo. Quizá el padre y el hijo, y el espíritu santo de la música actual.
Pagó su tributo a la música punk que se estilaba en su Inglaterra natal con la fundación en los últimos 70 de The Jam, grupo mítico donde los haya. Pero, paradójicamente, los Jam eran el canto de cisne de una tendencia ya en declive, y su defunción la firmaba un veinteañero apenas, sin complejos y algo narcisista.
(aquí están los Jam haciendo apología del underground en unos de sus "singles" mod por excelencia)







The Style Council, que Paul fundó ya en los 80, se parecía mucho más ya al verdadero Paul Weller. Aunque haya sido un grupo en general muy mal tratado, The Style Council, que suena para mí a pura adolescencia (con el eco melancólico de lo definitivamente perdido), es el más grande grupo pop de la historia (excepción hecha de los Beatles), y discos como “Café bleu”, o “Confessions of a pop Group” no harán sino confirmarlo. Los Council combinaban la ingenuidad y las, a veces duras, enseñanzas de la vida en un entramado musical riquísimo mestizo con el soul, el pop, el funk, y el aire cool de los adolescentes intelctuales de los 80.
(Aquí podéis verlos en directo con su clásico "The lodgers". Atención al peinado de Paul y a la impetuosa belleza de Dee C. Lee, su mujer de entonces)




Lanzado ya a su aún muy viva carrera en solitario, Weller encadenó varias obras maestras de esa música tan suya que mezcla R & B, rock, funk, pop y, sobre todo, soul, mucho soul: “Paul Weller”, “Wildwood”, “Stanley Road”, “Heavy Soul”. .. son discos demoledores, piezas maestras de un siglo que terminaba. Y, lo más importante, conquistaban imparablemente la modernidad recurriendo a lo más antiguo.

En lo que va de siglo Weller, que parece haber firmado un pacto con el diablo, no sólo parece más joven que nunca, sino que está continuamente dando a luz discos inaugurales, piezas del puzzle siempre inacabado del futuro. “Studio 150”, reconfortante modernización de sus temas favoritos de siempre, “As is now”, o su última hazaña, “22 dreams”, no nos dejarán mentir.






De “Ocean Colour Scene” a “Franz Ferdinanz”, pasndo por infinidad de grupitos souleros, muchos son los que se han declarado discípulos del maestro, the “father mod”, Paul Weller, pero ninguno tiene su estilo, su irresistible “feeling”, su explosiva manera de sonar siempre más moderno que nadie.


Bonus track: por si alguien dudaba de la profundidad soul de la música de weller, aquí lo tenemos en directo haciendo una versión del himno souler por excelencia: "what´s going on" de Marvin Gaye. De nada:

miércoles, 16 de febrero de 2011

Yo la tengo, reyes de la música subterránea



Con veinticinco años de carrera a su espalda, Yo la tengo (toman su nombre de la expresión en español que se vio obligado a aprender un jugador de baseball norteamericano para que lo entendieran sus compañeros hispanos), es hoy por hoy la joya oculta de la música independiente norteamericana; un grupo secreto, casi subterráneo, con un sonido absolutamente singular y al margen de todo lo establecido. Yo la Tengo son, indudablemente, los estetas del sonido indie, dueños de un sonido refinado y exquisito como pocos, y capaces de combinar con naturalidad la delicadeza con la contundencia, la hermosura y la fiereza.
Después de unos inicios muy en la linea de la Velvet Underground, consiguieron consolidar su sonido en esa obra maestra indiscutible que es Painful, en 1993. Un disco melancólico, pero a la vez profundamente energético. En Painful ya estaban la sentimentalidad pop (las melodías, las letras), la fuerza rockera (esas guitarras distorsionadas), la electrónica, el jazz y hasta el punk, pero sobre todo la declarada intención de grupo "raro", ajeno a las etiquetas, tendencia que fueron consolidando en sucesivas entregas como Electr-O-pura o su impagable I can hear the heart beating as one, de 1997, y que incluye uno de sus himnos, este "Autumn sweater":





Desde entonces, y entre el pop, la psicodelia y la electrónica, la banda ha continuado ofreciendo delicadas obras maestras como and then nothing turnself inside out (2000) o I´m not afraid of you, and I will beat your ass (2006) a su selecto grupo de seguidores, cada vez más consolidados como grupo de culto.

Escaso en apariciones públicas, nada pródigos en entrevistas y poco frecuentes en la feria mediática, Yo la Tengo siguen ofreciendo su singularísma música independiente, al margen de modas y por encima del tiempo.

Aquí os dejamos uno de sus escasos videoclips: "Sugarcube":



La extraordinaria calidad de la música de Yo la tengo se encuentra en la valentía vanguardista y en el mestizaje de estilos a menudo poco complementarios. El resultado, en cualquier caso, es prodigioso, una descarga sonora y un mapa para los sentidos. Una experiencia que no se puede olvidar tan fácilmente y que, sin duda, vais a agradecer a La Torre de Papel el que os la haya servido en bandeja. Por último, os dejamos con una paranoya muy del gusto del grupo: el tema original de la popular serie de animación "Los Simpsons", improvisado sobre la base del "Tomorrow never Knows" de The Beatles. Que aproveche. Y de nada: