Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



jueves, 26 de enero de 2012

Música y Cine: una historia de amor







Gracias a la actual película francesa The artist hemos descubierto que hubo un tiempo en que el cine fue mudo, y que sólo eran necesarias la expresión del actor y la composición del plano para hacer comprensible una película. La llegada del cine sonoro lo complicó todo un poco. En cierto modo, como dijo Charles Chaplin, el cine fue menos cine: más explícito, menos sugerente y, sobre todo, menos internacional. También sirvió para evidenciar las ridículas voces de algunas grandes estrellas de Hollywood. Con el nuevo cine sonoro nació también El Musical, donde la película muy a menudo era un mero pretexto para encadenar números musicales. El primer film sonoro de la historia es, de hecho, un musical: El cantor de jazz (Al Jolson, 1927). La fiebre musical en el cine había nacido, y también uno de los géneros fundamentales del Hollywood dorado, una explosión de vitalidad y de confianza en la vida que, ¡ay!, tanto hemos perdido. La vida entonces era tan maravillosa que apetecía decirlo todo cantando.


La espléndida película de Stanley Donen Cantando bajo la lluvia sigue siendo el mejor resumen de aquel mágico periodo en el que el cine tuvo voz y melodía por primera vez.




Durante los primeros años de Hollywood el Musical fue el más grande de los géneros, y el más querido por el público. Los años 30 a 50 del pasado siglo vieron nacer sucesivamente a estrellas como Fred Astaire y Ginger Rodgers, Gene Kelly, Debby Reynolds, Frank Sinatra, Judy Garland o Elvis Presley. Los números y coreografías eran cada vez más sofisticados; todo actor o actriz que se preciara tenía que cantar y bailar en las películas; estrellas de musical infantil, como Shirley Temple, inundaron las pantallas, y hasta cómicos especializados como los Hermanos Marx incluían siempre en sus películas números musicales, como este de Una noche en la Ópera (1935):



En los años 60 el idilio entre cine y música alcanzó su madurez cuando compositores de la envergadura de Leonard Bernstein, Nino Rota o Henri Mancini empezaron a formar parte del negocio, alumbrando obras maestras como West Side Story (Robert Wise, 1961),la épica versión de Romeo y Julieta trasladada al submundo de la inmigración portorriqueña en los EEUU. Aquí vemos su famosísimo comienzo:



Aunque en los 70 aún encontramos algún título legendario como Cabaret (con Liza Minelli), Tommy (con ¡los Who!) o Jesucristo Superstar (que protagonizó en Broadway Ian Gillan, el cantante de Deep Purple), el género entraba ya en franca decadencia con films más paródicos y desvergonzados como el musical gótico kitsch The Rocky Horror Picture Show:



Salvando algunos dignos intentos recientes, como Moulin Rouge o Across the universe, el género hoy está muy devaluado. Grandes creadores, como Woody Allen, han acudido en su rescate (Acordes y desacuerdos, Todos dicen I love you) y hoy triunfan biopics sobre músicos (Ray Charles, Bob Dylan...), pero es evidente que el género perdió ya la vieja magia, reivindicada, no obstante, casi como canto de cisne en este emblemático título de 1980, con el que os dejamos por hoy: Fama (Alan Parker, 1980):

3 comentarios:

  1. Me alegra saber que no nos has abandonado del todo, dondequiera que estés, Ross. Tu presencia agranda la Torre.

    ResponderEliminar
  2. Este blog está en mis favoritos, casi nunca me olvido de echarle un vistazo. Saludos ;D

    ResponderEliminar