Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



martes, 10 de noviembre de 2015

Biblioteca de Rescate 1: Jarrapellejos de Felipe Trigo

101. Exactamente hace 101 años se publicó esta extraordinaria y desconocidísima novela del narrador extremeño Felipe Trigo, un autor que, a la pesada losa del olvido que ha caido sobre él, ha tenido por fuerza que añadir las injustas acusaciones de escritor pornográfico, desaliñado y sin estilo. Y en realidad, lo que le pasó siempre a Trigo es que fue un advenedizo: no pertenecía la "jet set" española del cambio de siglo, no era un rentista ni un intelectual; se ganó la vida como médico en inhóspitas aldeas de la geografía española, atendiendo enfermedades de miseria a familias que no podían pagarle. Fue médico militar en Filipinas, y vivió en plenas carnes el desastre colonial, pero la Generación del 98 no quiso tenerlo entre sus filas, el modernismo tampoco, ni los regionalistas ni los federalistas ni los monárquicos ni los republicanos. No era de los suyos. Trigo venía de fuera, de la periferia; de la periferia geográfica, moral, intelectual y estética. Era un "outsider", y esto ha sido siempre grave delito en este país. De manera que ahí tenemos a Felipe Trigo arrastrado su mala y escasa fama de novelista erótico mientras aquí nos perdemos lo mejor de su obra. Ahí es donde encontramos, precisamente, Jarrapellejos, una obra maestra absoluta que, aunque apareció en las librerías hace 101 años, parece escrita ayer mismo.  
En apariencia, y sólo en apariencia, es la historia de un cacique rural, don Pedro Luis Jarrapellejos, que hace y deshace a su antojo entre el pueblo extremeño de La Joya y Madrid mismo, donde pone y quita diputados en función de los servicios prestados. Pero la novela de Trigo es, desde luego, mucho más que eso, porque pasa en seguida a convertirse en una minuciosa radiografía de la raíz podrida de España: de las desigualdades sociales, de la vergüenza del latifundio, de la miseria consentida y promovida para beneficio de los poderosos, de la envidia como deporte nacional, del prestigio de la incultura, de las puertas giratorias de la política, de la España de la Casta,  de la especulación, del conchabeo entre poderes políticos y económicos, del tráfico de personas, la emigración del hambre, de la Justicia lenta y vendida que nunca condena al poderoso; la España de señoritos y toreros, de la represión sexual, del machismo, del maltrato animal, de la iglesia pederasta y amancebada, inclemente y sostén de las clases ricas, la España hipócrita de las costumbres bárbaras y las tradiciones que aletargan, la del nacionalismo zumbón, la que vegeta inerte como un poblachón fantasma: el furgón de cola de Europa. 
Y lo más curioso de todo es que, en la hábil e inteligente mirada de Felipe Trigo, no son mucho mejores que don Pedro Luis Jarrapellejos todos los demás, los que, con su moral de rebaño, aceptan sus limosnas a cambio de callar, los que se dejan comprar sin esfuerzo, los que consideran más incómoda la libertad que el sometimiento, los dóciles, los adocenados, los que le ofrecen sin tapujos la virginidad de sus hijas a cambio de un empleo...  De hecho, quizá, Jarrapellejos sea el mejor, el verdadero héroe, sibilino y déspota pero seductor, el flautista de Hamelin, porque sin él los demás no existen, sin él los demás son incapaces de existir.
Con estas mimbres, nos viene a decir, al final de la novela, Juan Cidoncha, el maestro del pueblo, no es posible ni hacer la revolución ni cambiar nada.  
Jarrapellejos es la obra maestra olvidada de la literatura española. Y el caso es que, mientras Azorín o Baroja, plumas insignes de la generación que no quiso tener a Trigo entre ellos, han envejecido fatal, Jarrapellejos es hoy una novela de plena actualidad, sobre el más rabioso presente y las mil y una asignaturas pendientes de este país de todos los demonios. Y además se nos cuenta sin pelos en la lengua, con ese desaliño que atribuyen a su autor y que en realidad es expresionismo furioso, el estilo de la rabia y de la idea. Jarrapellejos no es sólo una suerte de La Regenta deslenguada y con más mala leche, o un Galdós "underground", desmedido y salvaje. Es que Tirano Banderas, de Valle-Inclán, La familia de Pascual Duarte, de Cela, o Crematorio de Chirbes están ya ahí.
 
P.D. La obra fue adaptada al cine por Antonio Giménez Rico en 1988 y, aunque se deja ver, no sostiene en absoluto el arrebatado y demoledor lenguaje en el que fue escrita. Antonio Ferrandis (sí, sí, chanquete!!) hace lo que puede con la compleja personalidad de Pedro Luis Jarrapellejos,  Aitana Sánchez Gijón está algo sobreactuada como Isabel, la "fornarina", pero sin embargo Juan Diego está soberbio bordando el papel del señorito Saturnino.                                                                                P.D. 2  Desde hoy ya tienes Jarrapellejos en tu biblioteca.... y esperemos que en tu vida.             
                              
 
 


jueves, 29 de octubre de 2015

Talleres en la Biblioteca



En breve va a cerrarse el plazo de inscripción en los Talleres de la Biblioteca para este curso 2015-2016. Nuevamente por tanto la Biblioteca se convertirá en el epicentro del más apasionante ciclón de ideas y creatividad que pueda darse por estos pagos. Los hay de creación literaria y artística, de confección de "Ex Libris", del noble arte del ajedrez, de teatro, de arte, o de las siempre sorprendentes relaciones entre arte y naturaleza. No te los pierdas. Si lo haces puede que te estés arrepintiendo todo el curso. La comunidad arjeica al completo está invitada.

lunes, 26 de octubre de 2015

Biblioteca del rescate

Ahora que parece que la Memoria Histórica llegará a las aulas andaluzas, quizá sea buen momento de empezar, siquiera modestamente, una pequeña biblioteca del rescate con aquellos autores víctimas de la desmemoria. Autores con los que el olvido se ha empecinado de manera cruel y a los que convendría sacar del oscuro pozo en el que mezquinos intereses los han ido sumiendo. Nosotros, con humildad, aportaremos nuestro granito de arena en esa tarea de Sísifo, por cuanto es muy difícil hacer que se lea a alguien que no conviene, creadores a los que los manuales de literatura condenaron al destierro por razones extraliterarias y a los que convendría rehabilitar. Felipe Trigo, José Díaz Fernández, César M. Arconada, Arturo Serrano Plaja, Luisa Álvarez de Toledo, Antonio Ferres, Alfonso Grosso... fueron perdedores en la cainita lucha de las dos Españas, una de las cuales, como decía Machado, les heló el corazón. En algunos casos fueron perdedores del regeneracionismo, en otros de la Guerra Civil, en todos fueron perdedores de la historia de la literatura que los olvidó, espero que no para siempre.
Paralelamente a la construcción de una biblioteca de rescate con los más significativos volúmenes de estos autores injustamente olvidados, publicaremos en esta Torre, en la sección "La Biblioteca de Babel", reseñas de cada título (en algunos casos francamente difíciles de conseguir) y abriremos foros de debate y clubs de lectura, para que al menos en este modesto rincón del mundo que es el IES Arjé esta injusticia sea reparada.

P.D. Ilustra este post una instantánea del gran narrador extremeño Felipe Trigo, víctima lamentable  de un injusto olvido y con cuya novela Jarrapellejos iniciaremos en breve la Biblioteca.

domingo, 1 de marzo de 2015

ANÉCDOTAS DE CIENTÍFICOS



Los científicos no tienen por que ser gente seria. Se pasan la mayor parte de su vida encerrados en un laboratorio o utilizando fórmulas y ecuaciones ininteligibles para los profanos, pero muchos de ellos han sido protagonistas de curiosas anécdotas. Mirando en muchos libros y en internet podemos hacer una buena recopilación de ellas. Veamos algunas de grandes científicos, empezando por varias del gran Albert Einstein:

Einstein y Charlot
Einstein con Charlot

Einstein se encontró en una fiesta con Charlot y le dijo: “Lo que admiro en usted es que su arte es universal, todo el mundo lo comprende”.
Charlot le respondió: “Lo suyo es mucho más digno de elogio: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende”.

Einstein y Marilyn Monroe

En otra de las innumerables fiestas de la época Albert Einstein se encontró con Marilyn Monroe. Se dice que ella, que no encontró tema de conversación al situarse frente a él, decidió proponerle matrimonio: “Que dice profesor. Deberíamos casarnos y tener un hijo juntos. ¿Se imagina un bebe con mi belleza y su inteligencia?”.
Einstein le contesto: “Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y su inteligencia”.

Einstein y el examen

De la etapa de Einstein como profesor se cuenta que al final de un examen un alumno se le acercó y le comentó sorprendido: “¡Las preguntas del examen de este año son las mismas que las del año pasado!”. Einstein le contestó: “Sí, pero este año las respuestas son totalmente diferentes".

Einstein y su chófer

Cuando Einstein empezó a ser conocido por su teoría de la relatividad, era solicitado con bastante frecuencia por distintas universidades para dar conferencias. Por aquel entonces, segunda década del siglo XX, pocos medios existían para conocer la apariencia de alguien si no se le conocía en persona. Así que pocos podían reconocer al gran científico. No le gustaba conducir, por lo que contrató los servicios de un chófer para desplazarse a dar sus conferencias en automóvil. Después de varias conferencias, y comentándole Einstein al chófer durante un viaje lo aburrido de repetir una y otra vez lo mismo, este le dijo: “Si quiere, le puedo sustituir en la próxima. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra”. Además los dos estaban de acuerdo en que sería fácil responder a las preguntas finales ya que también se repetían continuamente. Antes de llegar al destino se intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante. Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se descubrió el engaño. El chófer expuso perfectamente la conferencia mientras Einstein le oía sentado detrás de su auditorio. Al acabar, uno de los presentes hizo una pregunta que el chófer había escuchado por primera vez. En un golpe de inspiración, contestó: “La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que mi chofer, que se encuentra al final de la sala, se la responda".

Einstein y la tercera guerra mundial

En cierta ocasión se le preguntó a Einstein qué armas se emplearían en la tercera guerra mundial. Sabiamente, respondió: “No lo sé, pero en la cuarta se usarán palos y piedras”.

Newton en el parlamento

Newton, tras ser elegido miembro del parlamento británico, acudía siempre a su puesto, pero nunca intervenía. En cierta ocasión se levantó durante una sesión. Se hizo un gran silencio para escuchar sus palabras, pero todo lo que Newton hizo fue pedir que cerrasen una ventana, que había mucha corriente.

Dirichlet y su telegrama

A este matemático del siglo XIX no le gustaba escribir cartas. Se dice que una de las pocas veces que escribió una misiva fue al nacer su primer hijo. Envió un telegrama a su suegro con el siguiente mensaje: 2 + 1 = 3.

Rowland y su poca humildad

Henry Augustus Rowland fue un físico estadounidense famoso por sus estudios sobre la corriente eléctrica y las propiedades magnéticas, y también por su falta de humildad. Cierto abogado le preguntó una vez quién era el mejor físico estadounidense vivo, contestándole: “Soy yo”. Cuando un tiempo después se le preguntó sobre su falta de humildad en esa respuesta, contestó: “No pude evitarlo, estaba bajo juramento”.

Cavendish y la electricidad

Al no contar con los instrumentos adecuados de medida en sus investigaciones de electricidad, se sometía directamente a la corriente eléctrica, calculando su intensidad por el dolor.

Dirac y su lógica

El físico británico Paul Dirac se dejaba llevar por la lógica hasta sus extremos. En cierta ocasión, cuando finalizaba una de sus clases en la Universidad de Toronto, se dirigió a sus alumnos indicándoles que si tenían alguna pregunta. Un alumno le dijo: “Profesor, no entiendo el desarrollo de la fórmula de la parte superior izquierda,..”. Dirac contestó: “Eso no es una pregunta, es una afirmación. Siguiente pregunta,…”

Bohr y las medallas de oro

Este físico danés, antes de abandonar su ciudad natal perseguido por los nazis, disolvió en agua regia (una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico) las medallas de oro concedidas con el Premio Nobel que le habían confiado sus colegas Max von Laue y James Franck. El metal fundido lo escondió en una botella de su laboratorio de Copenhague. Cuando acabó la guerra, Bohr mandó el oro a la Academia Sueca, donde volvieron a  refundir las medallas.

Landau y Lysenko

Denisovich Lysenko, fundador del llamado darwinismo creativo, daba una conferencia en Rusia sobre la herencia de los rasgos adquiridos en la Academia de las Ciencias. Al acabar, el físico Lev Landau le preguntó: ¿Así pues, usted argumenta que si cortamos una oreja a una vaca, a su descendencia y así sucesivamente, tarde o temprano nacerán vacas desorejadas?”. Lysenko respondió: “Sí, es correcto”. Landau volvió a preguntarle: “Entonces señor Lysenko, ¿cómo me explica que sigan naciendo vírgenes?”.

miércoles, 7 de enero de 2015

El mapa de la utopía

Pietr Mondrian: Duna en Zelanda (1910)
Ahora que da comienzo un nuevo año y, con él, los propósitos de enmienda, los buenos sentimientos y la aspiración a cambiar definitivamente nuestras vidas, convendría recordar siquiera por protocolo aquellos estimulantes sueños literarios que propusieron, como diría Silvio Rodríguez, virar esta tierra de una vez. Espacios imaginarios que aspiraban honradamente a pasar del negro sobre blanco de la página de un libro para pintar el universo de colores menos grises que los que proponía la grosera y mendaz sociedad capitalista: mejorar la vida de todos, y no sólo de unos pocos. Pequeñas pero sorprendentes arcadias que la historia suele despachar sin más como utopías, sin percibir que la más hermosa literatura consiste precisamente en eso: fabricar mundos que nunca podremos habitar pero nos encantaría.
Indiscutiblemente la primera de esta escuela (1516) fue la que suele dar nombre al conjunto, y en realidad una muy desabrida historia en la que Thomas Moore -aquí lo hemos venido colegueando como Tomás Moro-  tiraba de Platón a reventar para plantear su ficticia república de bienes comunales y voto popular. No obstante, la más hermosa de la utopías del renacimiento es Ciudad de Sol del heterodoxo dominico italiano Tomasso Campanella, protagonista de herejías varias, y que además de abogar por la colectivización, que es lo que 'demanda natura', y la extirpación del provecho privado ('certitudo est comunitatis non particularitatis') hace interesantes observaciones sobre educación, control de natalidad y hasta diseño urbanístico, y eso sin contar que, para él, los peores vicios los estaba trayendo a Europa el Nuevo Mundo americano, con su vilezas y egoísmos ("el Nuevo Mundo ha perdido al Viejo: sembró la avaricia en nuestras mentes"), y eso que el no pudo ver la apoteosis del 'american way of life'. Publicada en latín en 1623 es una pequeña joya de la conjura que merece la pena recuperar.
No obstante, ha sido sin duda la aversión a la revolución industrial inglesa la que más piezas utópicas ha generado. Una que merece mucho la pena es Erewhon (1872) de Samuel Butler, que algunos pudimos leer en la contracultural edición que la revista Star publicó en Barcelona en los setenta. Plateada como un viaje imaginario más allá de las montañas, el valle de Erewhon es todo un mundo al revés donde sus habitantes han ganado la batalla a las máquinas que esclavizan al hombre. Ja ja: más de un siglo antes del ´smartphone'. Por cierto que Erewhon es un anagrama de las palabras "Here" y "Now". Aquí y ahora justamente.
De la muy marcial y literariamente mediocre El año 2000 , publicada por Edward Bellamy en 1888, interesan sobre todo dos cosas: que tuvo un éxito descomunal en su día y que preconizaba ya sin tapujos el comunismo de Estado, donde no existe la empresa privada, todos cobran por igual, la jornada laboral es más reducida cuanto más penoso sea el trabajo, ¡y la jubilación es a los 45 años! Muy a la  norteamericana, Bellamy puebla su novela de inventos y gadches tecnológicos, como la ¡tarjeta de crédito!, la música y la imagen a domicilio (¿internet?), curiosamente asociados a un futuro sin propiedad privada que Bellamy expresa bellamente en la idea de un toldo impermeable gigantesco que cubre cuando llueve las cabezas de toda la población, en lugar de la infinidad de paraguas individuales del pasado, que protegen a una sola persona mientras gotean sin misericordia sobre el que tienen al lado.
El ciclo lo cerraría en 1890 Noticias de Ninguna Parte de William Morris, poeta, artesano del papel, diseñador y pintor de la Hermandad Pre-rafaelita, junto con otros artistas como Dante Gabriel Rossetti, Chales Leighton o Lawrence Alma-Tadema, convencidos de cuánto se había empocilgado el mundo desde el Renacimiento (esto es: desde Rafael) a esta parte, con sus mezquindades materialistas y los mil y un becerros de oro de la sociedad del consumo y del despilfarro.  Concebida como respuesta directa al comunismo jerarquizado y casi castrense de El año 2000, Noticias de Ninguna Parte se presentaba con un freco aire libertario: los habitantes de Ninguna Parte hacían, literalmente, lo que les daba la gana, sin presiones ni obligaciones laborales, si estres ni penurias económicas, bajo la sencilla fórmula de desterrar de la sociedad el tiempo y el dinero. Un pequeño y primitivo paraíso arcádico a la medida del hombre, sin meglópolis ni megalomanías. La sociedad, en pequeñas comunidades que intercambiaban bienes y servicios, no se organizaba bajo criterios de rentabilidad sino de belleza y de necesidad (¿es realmente necesario para la humanidad el cuchillo eléctrico, el Blu-Ray, el Audi Q7 o el Samsung Galaxy?). Una sociedad, en definitiva, a escala humana, para los seres humanos, que hiciera la vida más fácil y que no la envolviera en complejas decisiones, miedos, envidias e insatisfacción perpetua para vender más.
La posterior secuencia de acontecimientos, con imperios coloniales, fascismos, el stalinismo y sus purgas, guerras de clase, guerras mundiales y de geopolítica, con sus bombas atómicas y su napalm, la escalada armamentística, la guerra energética, el desprecio al medio ambiente, etc... nos convencerían de que esta humanidad no se merece una buena utopía. Por eso lo más propio del S.XX han sido las distopías, las visiones apocalípticas de lo por venir, del sobrecontrol del Gran Hermano (1984, Orwell) al calentamiento global (El Mundo Sumergido, la Sequía, ambas de J.G. Ballard), pasando por el idílico nuevo mundo sin sentimientos (Un Mundo Feliz, Huxley). Mundos más bien de pesadilla donde nos aterraría vivir y que, no obstante, se nos parecen tanto a este 'hac valle lacrimarum'.