Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



jueves, 31 de mayo de 2012

La luna rosada de Nick Drake

Siempre que se habla del "club de los 27", aquel grupo de jóvenes románticos de la música rock que vivieron deprisa y murieron a esa edad, dejando bonitos cadáveres (Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Kurt Cobain), suele olvidarse la larga y desgalichada figura de Nick Drake, tan frágil como sus propias canciones, que murió en 1974, dejando tan sólo un puñado de letras sobre esta tierra.
Con sólo tres discos publicados, Drake es, indiscutiblemente, el más maldito de los poetas del rock, el Verlaine de la música, ese tipo oscuro y misterioso, parco de palabras, pero capaz de cantar con el corazón empapado en lágrimas mientras llueve en la calle.


Nacido por azar en Birmania, Nick fue siempre un apátrida, el chico callado al que nadie hace demasiado caso, pero que, en la oscuridad de su cuarto es capaz de conjurar todas las injusticias del mundo, sin alzar demasiado la voz. Su primer disco, y una obra maestra indiscutible, apareció en 1969 y era toda una declaración de intenciones. Letras de un lirismo profundo, melodias sutiles y alambicados arreglos orquestales, junto con la áspera delicadeza de su guitarra acústica, hacen de Five leaves Left, uno de los mejores discos de los 60, una explosiva mezcla de Dylan, Van Morrison y Debussy, que pasó totalmente desapercibida, sumiendo a Nick en una profunda depresión.


 

Su segundo disco, Brayter Layter, fue lo más parecido a un disco comercial que Nick podía hacer, y en él había maravillas como este "Hazey Jane II":





Tampoco tuvo fortuna Brayter Layter, en un mercado discográfico incapaz de apreciar esa música indescifrable y misteriosa, que no era folk, ni jazz, ni rock, ni soul, ni clásica, pero que a la vez era todas estas cosas, y sobre todo esas letras en las que Nick lamentaba la sordera de este mundo, nuestra incapacidad de apreciar las cosas más bellas que nos rodean, el lento derrumbarse de la utopía hippie.
El último disco de Nick Drake es una miniatura de 28 minutos titulada Pink Moon, y en el que apenas acierta a balbucir ya sus últimas canciones, antes de morir de sobredosis, aún ávido de estrenar un mundo que era siempre demasiado viejo para sorprendernos.
Entre los "tracks" olvidados y las maquetas inacabadas que no pudieron incorporarse a este disco casi póstumo se encuentra esta canción desesperada y agónica, lo más parecido al mítico cuadro de Goya  "Perro ahogándose"  que haya dado jamás la música. Y vale como epitafio


1 comentario:

  1. NICK DRAKE SIEMPRE FUE DEPRESIVO, NO FUE A CAUSA DEL FRACASO DE SUS DISCOS.

    ADEMÁS DE DEPRESION SUFRÍA DE INSOMNIO Y AHI ESTÁ EL DILEMA DE SI FUE SUICIDIO O UN SIMPLE ERROR DE DOSIS.

    MUY BUENA NOTA EN TODO CASO, POCO SE LE RECONOCE A ESTE MAESTRO.

    ResponderEliminar