Revista cultural de la Biblioteca del IES Arjé



domingo, 1 de marzo de 2015

ANÉCDOTAS DE CIENTÍFICOS



Los científicos no tienen por que ser gente seria. Se pasan la mayor parte de su vida encerrados en un laboratorio o utilizando fórmulas y ecuaciones ininteligibles para los profanos, pero muchos de ellos han sido protagonistas de curiosas anécdotas. Mirando en muchos libros y en internet podemos hacer una buena recopilación de ellas. Veamos algunas de grandes científicos, empezando por varias del gran Albert Einstein:

Einstein y Charlot
Einstein con Charlot

Einstein se encontró en una fiesta con Charlot y le dijo: “Lo que admiro en usted es que su arte es universal, todo el mundo lo comprende”.
Charlot le respondió: “Lo suyo es mucho más digno de elogio: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende”.

Einstein y Marilyn Monroe

En otra de las innumerables fiestas de la época Albert Einstein se encontró con Marilyn Monroe. Se dice que ella, que no encontró tema de conversación al situarse frente a él, decidió proponerle matrimonio: “Que dice profesor. Deberíamos casarnos y tener un hijo juntos. ¿Se imagina un bebe con mi belleza y su inteligencia?”.
Einstein le contesto: “Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y su inteligencia”.

Einstein y el examen

De la etapa de Einstein como profesor se cuenta que al final de un examen un alumno se le acercó y le comentó sorprendido: “¡Las preguntas del examen de este año son las mismas que las del año pasado!”. Einstein le contestó: “Sí, pero este año las respuestas son totalmente diferentes".

Einstein y su chófer

Cuando Einstein empezó a ser conocido por su teoría de la relatividad, era solicitado con bastante frecuencia por distintas universidades para dar conferencias. Por aquel entonces, segunda década del siglo XX, pocos medios existían para conocer la apariencia de alguien si no se le conocía en persona. Así que pocos podían reconocer al gran científico. No le gustaba conducir, por lo que contrató los servicios de un chófer para desplazarse a dar sus conferencias en automóvil. Después de varias conferencias, y comentándole Einstein al chófer durante un viaje lo aburrido de repetir una y otra vez lo mismo, este le dijo: “Si quiere, le puedo sustituir en la próxima. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra”. Además los dos estaban de acuerdo en que sería fácil responder a las preguntas finales ya que también se repetían continuamente. Antes de llegar al destino se intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante. Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se descubrió el engaño. El chófer expuso perfectamente la conferencia mientras Einstein le oía sentado detrás de su auditorio. Al acabar, uno de los presentes hizo una pregunta que el chófer había escuchado por primera vez. En un golpe de inspiración, contestó: “La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que mi chofer, que se encuentra al final de la sala, se la responda".

Einstein y la tercera guerra mundial

En cierta ocasión se le preguntó a Einstein qué armas se emplearían en la tercera guerra mundial. Sabiamente, respondió: “No lo sé, pero en la cuarta se usarán palos y piedras”.

Newton en el parlamento

Newton, tras ser elegido miembro del parlamento británico, acudía siempre a su puesto, pero nunca intervenía. En cierta ocasión se levantó durante una sesión. Se hizo un gran silencio para escuchar sus palabras, pero todo lo que Newton hizo fue pedir que cerrasen una ventana, que había mucha corriente.

Dirichlet y su telegrama

A este matemático del siglo XIX no le gustaba escribir cartas. Se dice que una de las pocas veces que escribió una misiva fue al nacer su primer hijo. Envió un telegrama a su suegro con el siguiente mensaje: 2 + 1 = 3.

Rowland y su poca humildad

Henry Augustus Rowland fue un físico estadounidense famoso por sus estudios sobre la corriente eléctrica y las propiedades magnéticas, y también por su falta de humildad. Cierto abogado le preguntó una vez quién era el mejor físico estadounidense vivo, contestándole: “Soy yo”. Cuando un tiempo después se le preguntó sobre su falta de humildad en esa respuesta, contestó: “No pude evitarlo, estaba bajo juramento”.

Cavendish y la electricidad

Al no contar con los instrumentos adecuados de medida en sus investigaciones de electricidad, se sometía directamente a la corriente eléctrica, calculando su intensidad por el dolor.

Dirac y su lógica

El físico británico Paul Dirac se dejaba llevar por la lógica hasta sus extremos. En cierta ocasión, cuando finalizaba una de sus clases en la Universidad de Toronto, se dirigió a sus alumnos indicándoles que si tenían alguna pregunta. Un alumno le dijo: “Profesor, no entiendo el desarrollo de la fórmula de la parte superior izquierda,..”. Dirac contestó: “Eso no es una pregunta, es una afirmación. Siguiente pregunta,…”

Bohr y las medallas de oro

Este físico danés, antes de abandonar su ciudad natal perseguido por los nazis, disolvió en agua regia (una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico) las medallas de oro concedidas con el Premio Nobel que le habían confiado sus colegas Max von Laue y James Franck. El metal fundido lo escondió en una botella de su laboratorio de Copenhague. Cuando acabó la guerra, Bohr mandó el oro a la Academia Sueca, donde volvieron a  refundir las medallas.

Landau y Lysenko

Denisovich Lysenko, fundador del llamado darwinismo creativo, daba una conferencia en Rusia sobre la herencia de los rasgos adquiridos en la Academia de las Ciencias. Al acabar, el físico Lev Landau le preguntó: ¿Así pues, usted argumenta que si cortamos una oreja a una vaca, a su descendencia y así sucesivamente, tarde o temprano nacerán vacas desorejadas?”. Lysenko respondió: “Sí, es correcto”. Landau volvió a preguntarle: “Entonces señor Lysenko, ¿cómo me explica que sigan naciendo vírgenes?”.